No es fácil poder dedicarse a uno mismo y a las propias ocupaciones y objetivos a la vez que centrarse en consolidar y hacer crecer una relación. Fácilmente se dan desequilibrios en esta ecuación, que acaban pasando factura a la persona y/o a la relación de pareja. Por otro lado, las relaciones ya consolidadas a menudo se resienten de rutinas que no se revisan, de dificultades de comunicación que se mantienen y de la dificultad de compaginar el cuidado de la relación de pareja con el cuidado de otras relaciones familiares y el tratar de encontrar tiempo también para uno mismo.